Publicado el 17/10/2022

El Parador La Leona

Ubicado en la Patagonia austral, sobre la mítica Ruta 40, a mitad de camino entre las ciudades de Calafate y el Chaltén, se encuentra el Parador y hotel de Campo la Leona , un legendario sitio histórico que bien vale una visita para conocer su historia.

Calafate y los glaciares quedan atrás. Un recuerdo imborrable. La ya famosa ruta 40 atraviesa  la Patagonia infinita. Los paisajes son bucólicos y la vista no sabe donde posarse. La belleza se extiende hacia donde uno mire. Montañas, mesetas, valles, ríos de agua cristalina. La soledad es abrumadora. Camino al norte y absorto en el camino a la espera de que aparezca el lago Viedma la ruta se pega al río La Leona.

El Parador La Leona está a mitad de camino entre Calafate y el Chaltén. Es por eso parada obligada de micros y viajeros que buscan tomar un descanso. Se ve a la derecha, pegado al río un conjunto de álamos y una antigua construcción de chapa. En estas latitudes cualquier lugar para parar a la vera del camino es un oasis, y el parador La Leona sin dudas lo es.  Es famoso entre los viajeros. Estos lugares aislados y cargados  de historia producen una extraña fascinación, como llegar a un lugar sagrado, una parada obligada, un punto importante, una referencia. Moteros, incansables automovilistas y grupos de viajeros llegan  con ojos curiosos e inquisidores. Y ahí en medio de la inmensidad de la nada, con sus techos rojos está el Parador la Leona, resistiendo el tiempo y la historia. El viento es siempre un compañero en la estepa patagónica. Hay que hacerse amigo. La bandera argentina flamea furiosa, resistiendo su embate constante.

Se dice que el nombre del lugar tiene que ver con el ataque de una hembra de puma en el que casi pierde la vida el Perito Moreno. Acá a las pumas se les dice leonas, y aparentemente este hecho es el que da nombre al río, y también al parador. En 1894, el gobierno nacional mandó a construir una balsa mediante la cual poder cruzar el río, cuyos restos aún pueden verse a unos 200 mts. del lugar. En esos años, una familia de dinamarqueses, los Jensen, construyeron el parador y hotel para dar soporte y alojamiento a las familias y personas que esperaban su turno para cruzar el río en la balsa, actividad nada fácil que a veces demandaba tiempo. Siendo en aquellos tiempos prácticamente el único lugar para parar en cientos de kilómetros a la redonda, La Leona se fue haciendo un sitio famoso, parada tanto de hombres ilustres como de famosos bandoleros y malhechores. Es conocido el paso de Butch Cassidy, Sundance kid y su esposa, Ethel Place, conocidos forajidos Norteamericanos que escapaban de la justicia en estas tierras lejanas y casi desconocidas. O de Asencio Brunel, otro conocido bandolero de origen Uruguayo cuyas fechorías se han convertido en leyenda.

Hacia 1910, el establecimiento es adquirido por la familia Petersen y el aleman Alfred Brodersen quienes aparte de ampliar el hotel construyen una pulpería y almacén de ramos generales. En los años siguientes la Leona sería testigo de los sucesos más importantes ocurridos por aquellas latitudes. Importantes personalidades, famosos y atrevidos escaladores lo usarían como base para llegar al cerro Fitz Roy en los años en que era la única construcción en la zona y escalar esa mole de piedra era una hazaña.

Si bien el lugar ha sido restaurado, se preserva tal como era, un conjunto de construcciones de chapa y madera, en el clásico estilo rústico patagónico, muy agradable y cálido bajo un pequeño bosque de álamos construido a orillas del río, en medio de las suaves mesetas en la árida estepa patagónica. En la puerta de ingreso, un simpático cartel hecho en forma de “pino”  señala las distancias de este lugar a las principales ciudades del mundo. Por momentos el lugar se llena de micros, autos y personas que están de paso descansando y tomando un café en las reposeras que están afuera.

Adentro el ambiente es cálido y distendido, y si bien fue remodelado, mantiene en el salón principal cierta rusticidad, una antigua salamandra, un hogar a leña y la pared decorada con antiguos recortes de diarios con noticias relacionadas al parador y su historia, fotos antiguas y no tanto de paisajes patagónicos y adornos que completan la decoración. Es un buen lugar para tomar un descanso reparador, tomar un buen café, degustar alguna de sus tortas o dulces caseros, o comer algún sandwich. En el ambiente contiguo  dispone de un local de venta de diversas artesanías, posters, tejidos y diversos tipos de recuerdos. Continuo a este, hay un salón comedor, que parece ser el lugar donde come la gente que para en el hotel. Un salón agradable, decorado con mapas antiguos y siempre manteniendo el ambiente rústico con pisos de madera.

El Parador posee también un sector de baños públicos recientemente renovado y con excelentes servicios, y hotel de campo que cuenta con tan solo 4 habitaciones con baño privado que funciona en una de las construcciones originales del complejo. Sin duda un hermoso y tentador lugar para parar aunque sea una  noche y disfrutar de la soledad y el silencio de este lugar icónico de la patagonia austral argentina.


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